¿Qué es más francés que el término puesta en escena?
¿Qué más inglés que el de performance? Imposible traducir uno por otro, convertir uno en el otro. Y mejor así, puesto que esta incompatibilidad es antes que nada bienvenida/welcome. Saquemos provecho de ella.
La incompatibilidad de humor permite imaginar cómo cada lengua ve el mundo, y por lo tanto el “teatro”, a su manera. El francés imagina el pasaje del texto a la escena, de la palabra al acto. El inglés insiste en la producción de una acción en el acto mismo de su enunciación: es el célebre “performativo” de la filosofía analítica anglo-americana (Austin, Searle). Ahora, bien, he aquí que en este mundo multipolar, las fronteras caen. El aislamiento textual francés no es de puesta: la producción inglesa de acciones escénicas performáticas necesita un discurso que lo legitime.
La corta historia de la puesta en escena da testimonio de esta secreta lucha de influencia entre dos visiones del mundo, dos maneras de hacer teatro y de hablar de él.
Desde los años ‘60, el mundo ha comenzado a moverse cada vez más rápido. La performance llegó a la Europa continental. Se volvió una nueva manera de hacer teatro o, más bien, de negar la re-presentación, la ilusión, la pretensión pedagógica del teatro. De pronto, la técnica de la puesta en escena “clásica” y continental, pacientemente perfeccionada desde Antoine a Copeau, desde Meyerhold a Vitez, tomó conciencia de su incongruencia en el mundo anglo-americano performante y preformativo, en el arte de hacer teatro o, más bien, to make a performance.
Algunos ejemplos internacionales quizás nos dirán lo que hemos ganado en esta perforpuesta o en esta puesta en perf.
Puesta en escena, performance: ¿cuál es la diferencia? Patrice Pavis. University of Kent) Traducción: Silvina Vila
Fuente: www.telondefondo.org
Blog del curso de Arte Escénico Tercer Año Nocturno docente Mariana Percovich EMAD 2010
Autor contemporáneo
“Un director se cree un héroe si consigue montar la obra de un autor contemporáneo en medio de seis títulos de Shakespeare, Chejov, Marivaux o Brecht. No es cierto que los autores que tienen cien, doscientos o trescientos años cuenten historias de hoy, por más que se puedan encontrar equivalencias. Yo soy el primero en admirar esos autores y en aprender de ellos. Pero aunque en nuestros tiempos no existan autores de su talla, pienso que es preferible montar a un autor contemporáneo con todos su defectos, que diez obras de Shakespeare. Nadie, y mucho menos los directores de escena, pueden decir que no existen autores. Lo único cierto es que no se les conoce, porque no se les representa. Llegar a estrenar un obra en condiciones aceptables es para un autor una suerte inaudita. ¿Cómo puede alguien pretender que los autores sean mejores, si nadie les pide nada ni se preocupa de sacar a luz lo mejor de que son capaces? Habría que decir que nuestros autores contemporáneos son, por lo menos, tan buenos como nuestros directores de escena.” Cita de Bernard Marie Koltés enviada por Gabriel Calderón.